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Parafina, Surf Y Un Mundo Por Descubrir

Mucha gente nos pregunta por qué el nombre de PARAFINA. ¿De dónde viene? Pues bien, la Parafina es una cera que se aplica en las tablas
de surf para que los pies del surfista se adhieran bien a la tabla y este no se resbale
al surfear las olas.

Y pensaréis, ¿qué tiene que ver una cera para surfistas con una marca de gafas ecológicas? Aquí os dejo la explicación.
En Parafina creemos que la vida es un viaje, y que la mejor manera de conocernos a nosotros mismos es conociendo y cuidando el mundo que nos rodea.

Cada vez que hemos visitado un lugar nuevo, hemos aprendido algo de él. Hemos conocido nuevas culturas, nuevas formas de pensar. Hemos probado exquisitas recetas con ingredientes imposibles de conseguir en nuestro país natal, España. Hemos sido fascinados por paisajes paradisíacos, y animales exóticos que solo habíamos visto en los documentales de National Geographic. Pero lo más importante, hemos descubierto que no estamos solos en el mundo, y que aunque a veces la vida no te deje ver más allá de lo que tienes delante, de tu día a día, en realidad solo tienes que poner un dedo en el mapa, lanzarte, y dejar que el destino haga de las suyas.

Fue en uno de estos viajes, en nuestra búsqueda de lugares que nos hicieran sentir en casa estando a kilómetros de ella, donde nos enamoramos de este deporte que es para todo el mundo, y a la vez para muy pocos, el surf. Cuando hablamos de surf imaginamos chicas y chicos rubios con melenas hasta la cintura bajándose de sus furgos de los 80 y entrando al agua a bailar sobre sus tablas de madera, mientras las olas los llevan de un lado para otro de la playa. Pues la verdad, como con todos los estereotipos, es que hay surfistas de todas las formas y colores. Cuando llegas a una playa con cultura surfera, y buenas olas, te das cuenta de que los surfistas son jóvenes, y viejos. Son altos, pero también bajos. Tienen melenas, pero muchos de ellos ya son calvos (que se lo digan al máximo campeón de surf de competición a nivel mundial, Kelly Slater). En definitiva, al surfista no le define su apariencia, sino lo que siente al estar en silencio en medio del mar esperando a que llegue su ola. Y ese subidón de ponerse de pié en su tabla, y conseguir domar a una ola que lucha por hacerle caer al agua, convirtiéndola en su carretera particular en medio del océano.

Es esta sensación la que los hace pasar por todos los inconvenientes que tiene entrar a un medio que no es el nuestro cómo es el mar, donde desde que pones un pie en él te encuentras con fuertes corrientes, rocas, revolcones, y un montón de razones por las que no pararás de pensar que deberías estár en la playa tirado con la toalla, y no en el agua luchando contra los elementos. Pero son estas fuerzas las que durante los años han hecho a los surfistas cambiar su forma de ver el mar, la vida, e incluso transformar su personalidad. Estas situaciones que los llevan totalmente fuera de su zona de confort, son las mismas que les enseñan una de las lecciones más importantes que se pueden aprender para ser conscientes de dónde vivimos, y esta es que aunque a veces se nos olvide, la naturaleza es poderosa, imprevisible, incontrolable y valiosa. Al pasar tanto tiempo en contacto con el océano, los surfistas comparten el silencio y el entorno, ya no solo con otros humanos, sino también con los peces, las gaviotas e incluso a veces con algún delfín curioso que se acerca a cotillear. Estos momentos en el agua los hacen desconectar de su trabajo, sus responsabilidades y preocupaciones, y conectar con la belleza que la playa les ofrece.

Las olas que vienen viajando desde el fondo marino, y que rompen sin importarles qué o quién está delante suyo. Las gaviotas planeando suavemente en busca de peces distraídos, el sol al fondo cambiando el cielo de color, a punto de irse a otro lugar de la Tierra, el olor a mar que inunda sus fosas nasales y llena sus pulmones, la cara mojada y el sabor a sal. Es una sensación verdaderamente única, que cada día más a menudo se ve interrumpida por una nueva especie que se encuentra en un lugar al que no pertenece. Un trozo de plástico. Un trozo de plástico que es solo uno de los miles que cada día son arrojados al mar, junto con otros millones de residuos.

Un trozo de plástico que va a tardar unos 450 años en descomponerse y esperamos que no acabe en el estómago de un animal marino, una gaviota o en el fondo del mar. Un trozo de plástico que representa una amenaza para ese medio que el surfista tanto ama, ya que al ritmo que crecen los hábitos de consumo de los humanos, este trozo de plástico el próximo día serán 2, luego 3, hasta que perdamos para siempre este espacio tan único, puro y especial que es el mar.

Esto es algo que la mayoría de la gente, al no tener un contacto tan estrecho y directo con el océano no ve en su día día. Pero el surfista lo ve y es consciente de ello, y no podrá quedarse sin hacer nada. Se acercará a ese trozo de plástico, lo guardá en su neopreno o en el bañador, y al salir del agua lo tirará al contenedor amarillo.

Por eso en PARAFINA nos identificamos mucho con los surfistas. Porque después de muchas playas surfeadas hemos podido ver que lo único que cambiaríamos de ellas es este plástico que flota en medio de un espacio tan especial. Y el hecho de que esto es solo culpa de nuestra, de los humanos, y somos los únicos seres de la Tierra que podemos hacer algo al respecto. Por esa razón quisimos darle a nuestra marca relación con este mundo del surf con el que tanto nos identificamos.

Nuestra idea era vender gafas de sol, para lucir en la playa y proteger nuestros ojos del sol, pero también para cambiar la manera en la que vemos el mundo. Estuvimos dándole vueltas a cómo podíamos hacer estas gafas especiales y que de verdad al ponértelas estuvieras contribuyendo a hacer que el mundo que ves a través de ellas sea mejor.

Después de un tiempo reflexionamos caímos en la cuenta. Si queríamos ver playas estuvieran más limpias y sanas a través de nuestras gafas, debíamos coger este plástico y diferentes residuos que flotaban en el mar y utilizarlos para crear nuestras gafas.

De esa manera si alguien en la playa llevara unas gafas de las nuestras, habría colaborado directamente a hacer que aquello que estaba viendo a través de ellas fuera un lugar mejor. Con este fin, decidimos que todas nuestras gafas serían fabricadas con materiales reciclados y ecológicos. Pero no quisimos quedarnos ahí. Ya que no es de demasiada ayuda sacar residuos del mar si por otro lado se sigue contaminando. Entonces pensamos que estas gafas que vendiéramos no solo debían sacar residuos del mar, sino también ayudar a reducir la cantidad de ellos que se vierten cada día.

Finalmente concluimos que la mejor manera de conseguir esto es a través de la educación. Donaríamos un porcentaje de nuestros beneficios a un proyecto social que formase a las nuevas generaciones en la importancia de cuidar el planeta, y lo haríamos actuando en zonas menos favorecidas, donde se dan los índices más altos de contaminación, debido a los escasos recursos y la poca importancia que se le da al reciclaje en estas áreas cuya prioridad es conseguir comida cada día, antes que donde tirar el envase. De esta manera también estaríamos ayudando a estas nuevas generaciones a tener más posibilidades de salir de la pobreza a través de una educación de calidad.

Cuando tuvimos esto claro y pensamos de qué manera podíamos relacionar nuestra marca con el surf, ese deporte al que le debíamos el enfoque que le habíamos dado al producto, y cuyos practicantes iban a ser los primeros en demandar una filosofía que mantuviera sus playas limpias, caímos en que la marca debía llamarse PARAFINA. Porque cuando un surfer llega a la playa, y hay buenas olas, lo que le pide el cuerpo es entrar corriendo al agua para poder estar lo antes posible de pie encima de su tabla. Pero no lo hacen. Porque saben que si no echan la parafina en la tabla, van a llegar a la rompiente y en el momento de levantarse para coger la ola sus pies no van a agarrarse a la tabla, se van a resbalar, y se van a caer. Por eso saben que es importante detenerse y dedicar 1 minuto a echar la parafina, mientras ya de paso aprovechan a mirar en qué estado se encuentra el mar, cual es la mejor ola de la playa o por dónde les va a costar menos entrar.

Este minuto es insignificante en comparación con las 2 horas que van a estar surfeando, pero les sirve para prepararse y disfrutar mucho más de lo que más les gusta hacer en el mundo. Es una inversión mínima de tiempo para mejorar su futuro. Nosotros asociamos este momento a todo lo que hacemos en PARAFINA, ya que “echarle parafina a las ideas” ha estado presente en todo el proceso de creación. No lanzarnos a lo loco a hacer lo que hacen los demás, sino pararnos, valorar, y pensar no solo en el presente, sino también en el futuro.

Y por eso nos llamamos PARAFINA, y seguimos viajando todo lo que esta pandemia nos permite, para seguir conociendo el mundo tan fascinante en el que vivimos, aprendiendo, y poniendo nuestro granito de arena para hacer de él un lugar mejor. Por eso nos gustaría animarte a mantener la consciencia en todo aquello que haces y a probar a echarle parafina a tu vida. El mundo te lo agradecerá.